Sunday, June 19, 2011

Interior de Metal

Publicado en la revista literaria Puño y Letra Num. 7

"Interior de metal"

Autora: Laura E. Cáceres

La conocí esta noche. Tiene la mirada de un ángel y las manos tan suaves como el ala de una paloma. Ha estado callada desde que llegamos a mi casa. No parecía perdida o desamparada, pero tenía el temple de los derrotados. No negó mi ayuda cuando ofrecí llevarla en mi automóvil para alejarla de la lluvia que caía sobre nosotros. La cubrí con mi chamarra de piel, le ofrecí comida, agua y un lugar tibio para pasar el resto de la noche; ella solo asintió.

Trae puesto un suéter azul y pantalones blancos que contrastan con su cabello castaño. Está sentada tan dócil e inocente, en mi sillón. Nos encontramos viendo la televisión que solo pasa estática y ella sigue sin decir nada.

-¿Quieres algo de comer o algo de tomar?-le pregunto con ímpetu de supervivencia.

Sé que no puedo ofrecerle gran cosa. La comida escasea últimamente. Niega con la cabeza mientras tiene ocupados sus ojos en algún punto del piso. Me levanto del sillón y la observo como un niño curioso. Ella parece melancólica, quizás afligida por algo que desconozco. Le caliento una taza de té y se la llevo hasta el sillón.

-Ten, te hará bien, ayudará a calentarte-insisto en ser un buen anfitrión.

Ella mira la taza como si fuese algo que nunca hubiese visto, la acerca a su nariz, la huele, la deja a un lado y se comporta como una criatura temerosa.

-¿No te gusta?¿No te gusta lo que te preparé?-le pregunto con el afecto de un padre.

Ella sigue negándose. Sus ojos se mueven con rapidez. Le rozo la cara con la yema de mis dedos. Su piel es tan fría como la noche allá afuera. Tiene los labios entreabiertos y sus manos buscan las mías, las toca con lentitud, contemplándome. Ella me toca con sus manos heladas y dejo que sienta mi calor. Es torpe en sus movimientos. Palpa mis cejas, mi nariz y mis manos, como si fuese una ciega que no supiese la forma de mi cara. De pronto detiene su búsqueda y vuelve a la posición sumisa de antes. Me mira con sus ojos negros como tinta y pone su mano en mi boca para callarme. Baja la vista como alguien reprimido. Después, me habla con una voz que varía entre la de los demonios y las máquinas.

-Te amo... te amo muchísimo.

Lleva sus manos a su cara, arrancándose la piel como si fuese una máscara que tuviese... que quitarse. A su vez, arrancó parte de sus ropas, mostrando su desnudez andrógina y frágil. Contemplé sus senos unos segundos. Procedió a arrancárselos también como si fuesen algo de que avergonzarse, dejando expuesto sus entrañas de cableado y acero. Su cara es ahora un cráneo niquelado que tienen colgajos de piel; de ellos escurre aceite negro, cual si fuese sangre. Aún quedaban los párpados de su ojo izquierdo. Al verlo me di cuenta que le salía una lágrima cristalina.

-Te amo-repitió con esa voz preternatural. Que solo los robots tienen.

Al decir esto último cayó al piso, desactivó así su mecanismo, derrotada como los demás.

Admiré su cuerpo en el piso y recordé que todavía quedaban muchos de ellos, proscritos en las calles. La conocí esta noche y pude haberla amado de no saber que era como una princesa dormida, esperando despertar de su interior de metal.